Reseñas

por Yesua

Sánchez

publicado

el 25/ago/2017

Confesiones de un comedor de opio inglés:

Thomas de Quincey

Este artículo fue escrito por Yesua Sánchez

Las Confesiones de Quincy (publicado en 1821) no son simplemente interesantes, sino también, en grado considerable, útiles e instructivas. Con esa esperanza es como decididamente las ha redactado por escrito el autor: hombre que desde su nacimiento, en el sentido más elevado, sus actividades y placeres fueron las de una bestia intelectual. Criatura entregada al opio hasta un exceso todavía no confesado. En el caso de nuestro Comedor de opio sus memorias no reconocen ninguna culpa. La debilidad y el sufrimiento no implican necesariamente culpa. Este acto de confesión cumple con la única pretensión de que pueda ser de utilidad a todo tipo de comedor de opio.

Quizá se considere que admitir los fascinantes poderes del opio sea un tema de naturaleza demasiada delicada; y que, como mucha gente en el mundo podría utilizar esta droga de manera indiscriminada, sería mejor dirigirse con temor y cautela ante las propiedades del  opio para evitar acabar  en una auténtica desgracia. Quincy no convencido del todo de dichas conclusiones sobre la droga, hace, en una palabra, justicia frente al lector: la gran diferencia de ésta entre las demás sustancias que perturban las facultades mentales, es que el opio introduce en ellas el orden supremo y la armonía. La respuesta a todos los problemas filosóficos, el esclarecimiento a todos los dilemas de la humanidad, la cerradura a la inmensidad de la felicidad y la virtud se abren con el opio. No sólo se condena al espíritu, sino además se glorifica. En términos claros y simples: el drogadicto es el ser más grande de entre todos los hombres, y en una completa contradicción, debido a sus padecimientos, también es el rey más pobre de entre todos los soberanos.

La obra de Confesiones de un comedor de opio inglés está dividida en tres partes: Confesiones preliminares, Deleites del opio, Tormentos del opio. El primero de los capítulos tiene una finalidad fácil de adivinar. El autor se da a conocer, se hace querer, se convierte, por así decirlo, en clave para entender las sensaciones que lo dirigen a buscar un antídoto para los intensos dolores de estómago que hostigaran cruelmente más tarde su cerebro.

El deseo irresistible de renovar su organismo lo conduce a los Deleites del opio. En este apartado, el autor quiere, ante todo, vengar al opio de ciertas acusaciones falsas hechas por escritores de libros médicos: el opio no es adormecedor ni entorpece al entendimiento. Igualmente niega que la armonía producida por el opio venga necesariamente seguida de un abatimiento proporcional a los deleites introducidos por esta droga. Afirma que durante el espacio de diez años, gozando de las propiedades del opio, no se vio envuelto en el exceso ni en el estancamiento de sus facultades intelectuales. El comedor de opio vivía feliz con la auténtica dicha de un sabio.
Por desgracia, como los fuegos artificiales que terminan con una fiesta, los Tormentos del opio llegan. Para el autor largos años han transcurrido en una vida solitaria en las montañas, en una casa blanca rodeada de tapiz de flores y con grandes ventanales que dan la bienvenida a todas las estaciones. Pero justo en la mejor de las temporadas. En un profundo exceso jamás alcanzado por un drogadicto. Nuestro autor, ya muy cerca de la muerte, desespero. Sus sueños a la hora de acostarse despiertan en su espíritu los dolores y terrores de una sinfonía penosamente angustiosa. Una música espantosa anuncia desde muy lejos el mayor de sus dolores, cuando el Comedor tan sólo era un niño, un amor irrealizable debido a los fangosos brazos del destino. Y después, un día por la mañana, Quincy yacía inmóvil, inerte. Las trompetas de la muerte, de eco en eco, repetido, le exigían que pronunciase el adiós eterno.

Las Confesiones de un comer de opio inglés es un libro sin moraleja. Ley común es que todo lo que vive ha de morir. De modo que, este libro singular, esta confesión verídica o quizá pura creación del espíritu, es un libro sin desenlace. Tal como lo anunciamos desde el comienzo: el autor solamente desea soltar eslabón por eslabón, la cadena maldita a la que estaba atado todo su ser. Sea lo que sea este texto, lo resultado es una conjetura, quizá demasiado bella: tan doloroso puede ser nacer como morir.

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